lunes, 24 de octubre de 2016

CAPÍTULO 10

LA CABAÑA

Faltaba una semana para la llegada de sus invitados y David tenía que prepararlo todo. Había alquilado una cabaña en la montaña, lejos de la civilización. La cabaña era de madera, aunque era antigua, todo estaba restaurado y bien cuidado, había muchas habitaciones dentro de ella, pero apenas había muebles.
La idea principal de nuestro doctor, es que cada uno de sus invitados reflexionara sobre su pecado, para pasar su prueba, debía arrepentirse de forma sincera, de esta forma sería liberado.
David tuvo que dar varios viajes a la cabaña a llevar todo lo necesario, desde obras de arte hasta comida en abundancia. Los días anteriores a la gran cita, estuvo contactando con algunos cómplices que conocerían parte de su proyecto, todo menos la resolución en caso de no pasar la prueba.
Nuestro chico no era un asesino, si alguno de sus invitados moría iba a ser por no poder hacer frente a su pecado, David nunca se ensuciaría las manos, ni tampoco era amante de la sangre, por el contrario, él era frío y calculador, perfeccionista, cuidaba cada detalle.
Estuvo instalando cámaras en todas las habitaciones. Él habitaría en el sótano, donde tendrá unos monitores para visualizar todo lo que ocurra en la casa, allí tenía baño, una pequeña cocina y una cama. Lo mejor era que había ocultado la entrada al sótano, de manera que nadie imaginaría que alguien más vivía allí.
De las habitaciones, tres había destinado para dormitorios, con sus camas y sus armarios. En el salón comerían y podrían ver un rato la televisión, conocerse. En la cocina había comida suficiente para un par de meses, no tenían que vivir un infierno durante la estancia en la cabaña. El único punto importante, es que allí no había teléfono y los móviles no tenían cobertura. Había ordenadores, pero todos ellos controlados por David.
Después, existían unas salas específicas para las pruebas, desde el sótano, David podía acceder a todas esas habitaciones para prepararlas, ya que cada uno de sus elegidos necesitaba cosas diferentes.
Una vez que llegaran todos los invitados, la casa permanecería cerrada completamente, nadie podría salir de allí, ni comunicarse con gente del exterior.
David se sentía impaciente, sentía que él podía ayudar a esa gente a cambiar su vida, a convertirse en mejores personas, si sus padres hubiesen sido diferentes, no le hubieran abandonado. La gente debía empezar a mejorar, para poder tener un mundo mejor, más justo.
Fue una semana intensa para David, pues él tampoco saldría de su sótano, debía tener todo controlado, el momento más esperado llegó, era el siete de Julio y el reloj marcaba las 7 de la tarde.
Los invitados fueron llegando poco a poco, primero llegó César en su Ferrari, después Juan, Esmeralda, Toñi, Esther y Miguel. Todos entraron al salón menos Marco que aún no había llegado. David observó por las cámaras como cada uno de los elegidos entraba en la cabaña, cuando vio que faltaba uno, le empezaron a dar sudores fríos, debía cerrar cuanto antes las puertas, pero si llegaba Marco más tarde, podría descubrir todo su proyecto.
Cuando estaba a punto de cerrar automáticamente las puertas, vio llegar a Marco en su moto, ya estaban todos dentro, David se relajó y cerró las puertas para darles la bienvenida a sus invitados.
La decoración del salón estaba bastante cuidada, David se encargó de colgar carteles con cada uno de los pecados capitales y debajo de estos, el nombre de cada uno de los elegidos. Las paredes estaban totalmente vacías, en el centro del salón había una mesa larga y rectangular con ocho sillas. Tan sólo había una televisión y un mando a distancia junto a un par de altavoces. Los elegidos se miraban unos a otros sin entender nada:
Marco: ¿Qué coño es esto?
César: Pues no lo sé, creo que nos han engañado.
Esmeralda: Vosotros tenéis esto también –dijo enseñando su sobre rojo a César y Marco.
Marco y César: Sí
Juan: Esto seguro que es una broma o algo, a lo mejor es un programa de la tele –dijo saludando con la mano.
Esmeralda: Chicos y chicas, temo deciros que estamos encerrados –dijo a los demás intentando abrir la puerta de la calle.
Toñi: Seguro que este tío es un loco y quiere matarnos.
Esther: ¡Callaros ya!, parecéis niños pequeños, mirad eso, seguro que pronto alguien nos dará una explicación de esto –dijo la chica gritando y señalando los carteles de la pared.
De repente, se escuchó una extraña voz por los altavoces que les daba la bienvenida:
Buenas a todos y a todas, lo primero es daros las gracias por asistir a este evento. Deciros que formáis parte de un proyecto nunca antes realizado y que podéis salir de aquí siendo mejores personas de lo que sois ahora, todo depende de vosotros mismos.
Mirad a las paredes, colgados están vuestros pecados, seguramente alguno de vosotros tenga más de uno, pero cada uno tiene uno de ellos de forma acentuada, por ejemplo a Marco le domina la Ira, Esmeralda es una chica muy orgullosa y César es el avaricioso del grupo.
Cada uno de vosotros, tendrá que superar una prueba para poder salir de aquí. Tenéis tres habitaciones preparadas para dormir y descansar: en la número 1 compartirán dormitorio Miguel y César, en la número 2 Juan y Marco y en la número 3 las tres chicas. Cada cama tiene el nombre del elegido. En la cocina, hay comida en abundancia, agua embotellada y todo lo necesario para pasar aquí una buena temporada.
En cuanto a las pruebas, iré llamando a cada uno de vosotros por megafonía y le daré instrucciones, por vuestra seguridad debéis estar atentos y seguir las indicaciones que os de.
Confío y espero que todos salgáis de aquí, como seres renovados y lejos de pecados que os dominen. Poneros cómodos y disfrutad la estancia.
Juan: Veis lo que os he dicho, esto es un programa de la tele o algo.
Marco: Yo me piro de aquí, este tío está como una cabra –dijo intentando abrir la puerta.
Esther: Ya te han dicho que estamos encerrados y no podemos salir.
Toñi: ¿Tú estás muy tranquila no? –dijo acercándose a Esther.
Esther: ¿Qué hago? ¿Me pongo a patalear de rabia?
Esmeralda: Yo creo que deberíamos hacerle caso, para poder salir de aquí.
Miguel: Yo voy a ver qué hay de comer en la cocina, que a mí la tensión me da hambre.

César: Pues mal vas tú si quieres salir de aquí –dijo riendo mientras Miguel se metía en la cocina.

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