lunes, 24 de octubre de 2016

CAPÍTULO 10

LA CABAÑA

Faltaba una semana para la llegada de sus invitados y David tenía que prepararlo todo. Había alquilado una cabaña en la montaña, lejos de la civilización. La cabaña era de madera, aunque era antigua, todo estaba restaurado y bien cuidado, había muchas habitaciones dentro de ella, pero apenas había muebles.
La idea principal de nuestro doctor, es que cada uno de sus invitados reflexionara sobre su pecado, para pasar su prueba, debía arrepentirse de forma sincera, de esta forma sería liberado.
David tuvo que dar varios viajes a la cabaña a llevar todo lo necesario, desde obras de arte hasta comida en abundancia. Los días anteriores a la gran cita, estuvo contactando con algunos cómplices que conocerían parte de su proyecto, todo menos la resolución en caso de no pasar la prueba.
Nuestro chico no era un asesino, si alguno de sus invitados moría iba a ser por no poder hacer frente a su pecado, David nunca se ensuciaría las manos, ni tampoco era amante de la sangre, por el contrario, él era frío y calculador, perfeccionista, cuidaba cada detalle.
Estuvo instalando cámaras en todas las habitaciones. Él habitaría en el sótano, donde tendrá unos monitores para visualizar todo lo que ocurra en la casa, allí tenía baño, una pequeña cocina y una cama. Lo mejor era que había ocultado la entrada al sótano, de manera que nadie imaginaría que alguien más vivía allí.
De las habitaciones, tres había destinado para dormitorios, con sus camas y sus armarios. En el salón comerían y podrían ver un rato la televisión, conocerse. En la cocina había comida suficiente para un par de meses, no tenían que vivir un infierno durante la estancia en la cabaña. El único punto importante, es que allí no había teléfono y los móviles no tenían cobertura. Había ordenadores, pero todos ellos controlados por David.
Después, existían unas salas específicas para las pruebas, desde el sótano, David podía acceder a todas esas habitaciones para prepararlas, ya que cada uno de sus elegidos necesitaba cosas diferentes.
Una vez que llegaran todos los invitados, la casa permanecería cerrada completamente, nadie podría salir de allí, ni comunicarse con gente del exterior.
David se sentía impaciente, sentía que él podía ayudar a esa gente a cambiar su vida, a convertirse en mejores personas, si sus padres hubiesen sido diferentes, no le hubieran abandonado. La gente debía empezar a mejorar, para poder tener un mundo mejor, más justo.
Fue una semana intensa para David, pues él tampoco saldría de su sótano, debía tener todo controlado, el momento más esperado llegó, era el siete de Julio y el reloj marcaba las 7 de la tarde.
Los invitados fueron llegando poco a poco, primero llegó César en su Ferrari, después Juan, Esmeralda, Toñi, Esther y Miguel. Todos entraron al salón menos Marco que aún no había llegado. David observó por las cámaras como cada uno de los elegidos entraba en la cabaña, cuando vio que faltaba uno, le empezaron a dar sudores fríos, debía cerrar cuanto antes las puertas, pero si llegaba Marco más tarde, podría descubrir todo su proyecto.
Cuando estaba a punto de cerrar automáticamente las puertas, vio llegar a Marco en su moto, ya estaban todos dentro, David se relajó y cerró las puertas para darles la bienvenida a sus invitados.
La decoración del salón estaba bastante cuidada, David se encargó de colgar carteles con cada uno de los pecados capitales y debajo de estos, el nombre de cada uno de los elegidos. Las paredes estaban totalmente vacías, en el centro del salón había una mesa larga y rectangular con ocho sillas. Tan sólo había una televisión y un mando a distancia junto a un par de altavoces. Los elegidos se miraban unos a otros sin entender nada:
Marco: ¿Qué coño es esto?
César: Pues no lo sé, creo que nos han engañado.
Esmeralda: Vosotros tenéis esto también –dijo enseñando su sobre rojo a César y Marco.
Marco y César: Sí
Juan: Esto seguro que es una broma o algo, a lo mejor es un programa de la tele –dijo saludando con la mano.
Esmeralda: Chicos y chicas, temo deciros que estamos encerrados –dijo a los demás intentando abrir la puerta de la calle.
Toñi: Seguro que este tío es un loco y quiere matarnos.
Esther: ¡Callaros ya!, parecéis niños pequeños, mirad eso, seguro que pronto alguien nos dará una explicación de esto –dijo la chica gritando y señalando los carteles de la pared.
De repente, se escuchó una extraña voz por los altavoces que les daba la bienvenida:
Buenas a todos y a todas, lo primero es daros las gracias por asistir a este evento. Deciros que formáis parte de un proyecto nunca antes realizado y que podéis salir de aquí siendo mejores personas de lo que sois ahora, todo depende de vosotros mismos.
Mirad a las paredes, colgados están vuestros pecados, seguramente alguno de vosotros tenga más de uno, pero cada uno tiene uno de ellos de forma acentuada, por ejemplo a Marco le domina la Ira, Esmeralda es una chica muy orgullosa y César es el avaricioso del grupo.
Cada uno de vosotros, tendrá que superar una prueba para poder salir de aquí. Tenéis tres habitaciones preparadas para dormir y descansar: en la número 1 compartirán dormitorio Miguel y César, en la número 2 Juan y Marco y en la número 3 las tres chicas. Cada cama tiene el nombre del elegido. En la cocina, hay comida en abundancia, agua embotellada y todo lo necesario para pasar aquí una buena temporada.
En cuanto a las pruebas, iré llamando a cada uno de vosotros por megafonía y le daré instrucciones, por vuestra seguridad debéis estar atentos y seguir las indicaciones que os de.
Confío y espero que todos salgáis de aquí, como seres renovados y lejos de pecados que os dominen. Poneros cómodos y disfrutad la estancia.
Juan: Veis lo que os he dicho, esto es un programa de la tele o algo.
Marco: Yo me piro de aquí, este tío está como una cabra –dijo intentando abrir la puerta.
Esther: Ya te han dicho que estamos encerrados y no podemos salir.
Toñi: ¿Tú estás muy tranquila no? –dijo acercándose a Esther.
Esther: ¿Qué hago? ¿Me pongo a patalear de rabia?
Esmeralda: Yo creo que deberíamos hacerle caso, para poder salir de aquí.
Miguel: Yo voy a ver qué hay de comer en la cocina, que a mí la tensión me da hambre.

César: Pues mal vas tú si quieres salir de aquí –dijo riendo mientras Miguel se metía en la cocina.

lunes, 17 de octubre de 2016

CAPÍTULO 9

EL ÚLTIMO SOBRE ROJO
David seguía trabajando en Granada, su año de sustituciones estaba a punto de concluir, estaría unos meses de vacaciones y después le trasladarían a una provincia de forma permanente. Durante ese periodo de vacaciones, él podría desarrollar su proyecto, reuniría a siete personas en una cabaña en un rincón perdido de Almería y allí cada uno debería pasar una prueba. Si el elegido supera la prueba de su pecado, quedaría en libertad, sino moriría y quedaría marcado para siempre.
Apenas le quedaba una semana de estancia en Granada y David aún no había mandado el sobre rojo a Esther, la chica empezó a despertar de su pereza cuando le conoció, pero él no quería influir en ella y tampoco sabía si ahora iba a recaer. Tenía confianza en ella y sabía que podía pasar la prueba, pero tenía miedo de que no fuera así y la chica muriera.
Con esos pensamientos en su cabeza, David empezó su día en el hospital. Justo después de comer, vio llegar la ambulancia. Sacaron a una anciana en camilla, al parecer iba inconsciente con ella iba una chica joven, bastante preocupada, la sorpresa para David llegó cuando se dio cuenta de que la joven era Esther:
- ¡David, ayúdala por favor! –dijo la chica mientras David entraba en la sala de urgencias con sus compañeros y con la abuela de Esther.
- Tranquila, está en buenas manos –dijo el doctor guiñándole el ojo a la joven.
Tras una larga espera para Esther de unos veinte minutos, David y sus compañeros salieron de la sala, dejando a la paciente sedada y estable:
- ¿Qué ha pasado? –preguntó David a Esther.
- He llegado a casa y la encontré en el suelo, creo que se confundió con las pastillas, tiene Alzheimer, por eso no me gusta dejarla mucho tiempo sola, ¿está mejor? –preguntó la joven preocupada.
- Sí, le hemos hecho un lavado de estómago, ahora debe descansar y pronto podrá volver contigo a casa –le contestó David.
- Gracias por todo doctor –la chica entró a la habitación con su abuela sin decirle nada más a David.
David se quedó allí plantado observándola a través de los cristales. Pensó que para la chica ya no significaba nada, aunque solo hubieran pasado un par de semanas, pero así era mejor, de esa forma podía mandarle el sobre sin que le afectase tanto.
La anciana se quedó esa noche en el hospital y Esther se quedó a su lado toda la noche. David esa noche no trabajaba, pero también se quedó allí, de vez en cuando pasaba por el pasillo y veía como Esther dormía, si la chica se hacía algún movimiento, él abría su carpeta de informes y leía disimulando.
Por la mañana temprano, David llevó el alta a la mujer y estuvo hablando con ella:
- ¿Cómo se encuentra? –preguntó David.
- Mejor, ¿ya nos podemos ir a casa? –la mujer comenzó a vestirse.
- Sí, descanse y tome la medicación cuando esté su nieta en casa, así no se confundirá más –dijo David a la anciana.
- No se preocupe doctor, yo cuidaré de ella, no tengo nada mejor que hacer, no se volverá a quedar sola –dijo Esther mirando a David de forma desafiante.
David le dijo que la acompañara un momento y la llevó a la esquina de la habitación, donde la anciana no podía oírles:
- Esther, ¿has pensado en meter a tu abuela en un centro?, estaría bien cuidada, se relacionaría con más gente y tú tendrías libertad para hacer tu vida, puedes ir a verla siempre que quieras –comentó David a la chica.
- No te preocupes David, ya has hecho suficiente por mí, sigue tu vida y deja que yo viva la mía a mi manera. ¡Vamos abuela, nos vamos a casa! –la joven se acercó a su abuela y la cogió del brazo, saliendo justo después de la habitación sin mirar atrás.
- ¡Hasta pronto, Esther! –murmuró David, sin saber siquiera si la chica le escuchó.
David observó a la joven salir con su abuela. Justo en la puerta, Esther se paró, miró a David como queriendo decirle algo, pero siguió adelante, David solo le hizo un pequeño gesto de adiós con la mano.
Minutos después, David volvió a casa, se duchó y comenzó a redactar la carta para Esther. Por su culpa la chica había recaído de nuevo en la pereza, en dejarse llevar y no vivir, eso no podía perdonárselo a él mismo, él quería que cambiaran que valoraran sus vidas, no hundirlos:
Estimado Srta. D. Esther Fernández, tengo el gusto de invitarle al evento más esperado del año. Le informo de que usted es una de las siete personas elegidas para asistir a este innovador proyecto. Durante ese fin de semana podrá comprender lo importante y necesario que es vivir. 
P.D: Quiero que me perdones por haber entrado en tu vida, pero solo quiero que entiendas que vales más de lo que crees. Por favor no faltes.
Ver dirección, día y hora al dorso.
David cerró el sobre con lágrimas en los ojos, lo roció de perfume, quizás le echo más que normalmente y se dispuso a llevárselo a Esther.
Cuando llegó a casa de la abuela de la chica, pensó en tocar a la puerta y dárselo en mano, pero no quería verla, tenía tantas ganas de besar esos labios, de acariciar sus suaves mejillas que no iba a poder contenerse, así que lo metió por debajo de la puerta de la casa y se fue de allí lo más rápido posible.
Esther fue a tirar la basura cuando pisó un extraño sobre rojo, lo cogió y olía tan bien que pensó que era publicidad de una perfumería. Cuando lo abrió y lo leyó, exclamó: ¡David!, abrió la puerta y salió corriendo, pero allí no había nadie.
La chica pensó, que tenía que llegar al fondo de la cuestión, ¿qué era eso de siete elegidos?, ¿qué escondía David?, lo que estaba claro, es que a ella le gustaba ese hombre y estaba dispuesta a acudir a la cita para responder a algunas de las preguntas que tenía.

domingo, 16 de octubre de 2016

CAPÍTULO 8


Para terminar las sustituciones por Andalucía, a David le enviaron a Granada, provincia de grandes bellezas, ver la Alhambra de noche desde un mirador es algo realmente hermoso, además puedes pasear por su casco antiguo y tomar un té pakistaní.
El hospital de Granada era bastante nuevo y tanto David como sus demás compañeros tenían poco trabajo las primeras semanas. Así que David tuvo tiempo de pasear por los verdes parques de la capital andaluza. Un día, sentado en el parque de Federico García Lorca, vio a una chica sentada justo en el banco de enfrente. Era de pelo castaño y largo, delgada, ojos marrones y vestía totalmente de negro. Lo que más llamó la atención a David era como esta chica estaba sentada, parecía agotada, sin ganas. David se levantó y se acercó a ella, quería saber porque se veía tan cansada, podía ser algún síntoma de una enfermedad:
- Buenas, ¿puedo sentarme contigo? –dijo David apoyando su mano en el respaldo del banco y mirando a la chica a los ojos.
- Hay un montón de bancos vacíos, pero si te empeñas puedes sentarte, me da igual –la chica ni levantó la cabeza para mirar a David.
- Hace un día precioso, ¿no crees? –preguntó el doctor.
- Si tú lo dices, para mí solo es un día más –dijo la chica resignada.
- No tiene porque ser así, estás en una ciudad muy bonita, puedes hacer muchas cosas aquí.
- Ya, el problema es que me aburre todo.
- Algo habrá que te guste o te motive, no sé, el deporte por ejemplo, o el cine, ir de compras,...
- No hay nada que me guste, no soy buena en el deporte, no tengo dinero para ir al cine o de compras, yo soy así, paso de todo –la chica se incorporó un poco en el banco, parecía que le empezaba a interesar la conversación con David.
- ¿Trabajas o estudias? –insistió David.
- No, estuve un tiempo buscando trabajo, pero no me salió nada, empecé a estudiar una carrera, pero lo dejé, era perder el tiempo, realmente no tengo necesidad alguna –la muchacha miró por primera vez a David a los ojos, su mirada reflejaba un gran vació en su interior, aunque sus palabras describían lo contrario.
- Todo el mundo necesita trabajar, mírame a mí, soy de Almería y me he recorrido toda Andalucía trabajando como médico – David intentó que la chica pensara en su actitud pasiva.
- Ni siquiera sé cómo te llamas, no sé porqué te empeñas en seguir aquí hablando conmigo, seguro que tienes algo mejor que hacer –dijo la joven cruzándose de brazos, en actitud defensiva.
- Me llamo David, si te soy sincero, llevo pocos días aquí y no había conocido aún a nadie, así que no tengo nada mejor que hacer, al menos hoy –la chica miró de nuevo a David y en su rostro se esbozó una pequeña sonrisa que iluminó su rostro pálido y apagado.
- Me llamo Esther y yo también te voy a ser sincera, vivo con mi abuela, mis padres murieron en un accidente de tráfico. Mi abuela tiene una buena pensión y una casa que heredaré cuando ella ya no esté, ¿qué necesidad tengo de trabajar muchas horas en un trabajo de mierda para ganar un sueldo de mierda o de estudiar varios años una carrera para no encontrar trabajo? Ahora mismo soy feliz así.
- Tus palabras no dicen lo mismo que tus ojos, necesitas sentirte útil, ver que eres capaz de hacer cosas, tienes unos veinte años y me dices que no tienes ganas de luchar, pues no me lo creo –de repente a Esther le sonó una alarma en el móvil.
- David siento decirte esto, pero tengo que irme, tengo que darle la medicación a mi abuela, ha sido interesante hablar contigo, ¿puedo volver a verte pronto?
- Está bien, me gustaría verte de nuevo, dame tu teléfono y te llamaré.
La chica le dio su número de teléfono a David, se levantó del banco, se tapó la cabeza con la capucha de su sudadera y tímidamente con la mano se despidió de él.
Pocos minutos después, David volvió a su piso. Nada más entrar fue a su escritorio y abrió el primer cajón, allí tenía un pequeño cuaderno azul, empezó a leer lo que él mismo había escrito:
PECADOS Y PECADORES
Avaricia: César (Huelva)
Gula: Miguel (Sevilla)
Lujuria: Juan (Cádiz)
Ira: Marco (Córdoba)
Orgullo: Esmeralda (Málaga)
Envidia: Toñi (Jaén)
Pereza:
Tan solo el hueco de la pereza estaba aún vacío, estaba claro que Esther podía ser la candidata ideal, pero hablar con ella había sido nuevo para David. Nunca antes había empatizado con un "pecador". Para David sería bastante fácil hacerle entrega a Esther de su correspondiente sobre rojo, pero esta vez necesitaba verla, esos ojos sin vida eran el reflejo de los suyos hace unos años, hasta que pensó en su proyecto, él tampoco había tenido motivaciones y también se había sentido vació e incomprendido. Por otro lado, debía ser fiel a sus principios, no podía encariñarse de la chica, tan solo quedaría con ella una vez más para conocerla mejor. En la vida de David no había hueco para los sentimientos, eso era para las personas normales, él era un ser bastante peculiar.
Dos días más tarde, cuando David terminó su guardia en el hospital, llamó a Esther y le dijo que le gustaría quedar con ella para comer. La chica le dijo que conocía un restaurante económico cerca de la casa de su abuela. Media hora más tarde, David y Esther se vieron en la puerta del local. La chica llevaba el pelo suelto y bien peinado, esta vez no iba vestida de negro, llevaba una blusa blanca y un pantalón vaquero ajustado. Cuando David la vio de cerca no pudo contenerse:
- Hoy estás bastante guapa –dijo él ruborizándose.
- Gracias, tú también estás bien –la chica miró hacia el suelo avergonzada.
- Bueno pasemos dentro –la pareja entró al restaurante.
La comida fue bastante agradable para ambos, la chica le confesó a David que desde que hablaron, se estaba planteando un cambio en su vida, a él le alegró bastante ese cambio de actitud en la joven. David le dijo que pronto se marcharía una temporada a Almería, que estaría un tiempo centrado en un proyecto muy importante. Eso entristeció un poco a Esther que seguidamente cambió de tema. Cuando salieron del local, había oscurecido, David se ofreció a acompañarla a casa y Esther accedió.
Pasearon despacio, como queriendo parar el tiempo de esa cita, ni uno ni otro querían separarse, David la miraba y sonreía, Esther evitaba mirarle a los ojos porque se ruborizaba. Lo inevitable llegó y ambos se pararon en la puerta de la abuela de la chica:
- Hemos llegado, aquí vivo yo, te invitaría a pasar pero a mi abuela no le gustan mucho los extraños.
- No, tranquila, se ha hecho tarde y me tengo que marchar, me lo he pasado bastante bien contigo, Esther –a David le temblaba la voz.
- ¿Esto es una despedida? –dijo Esther con lágrimas en sus ojos.
- No lo sé, quizás nos volvamos a ver, soy un hombre complicado Esther –David intentó alejarse de la chica.
- Me has cambiado la vida, David, me gustan los retos y todo es gracias a ti. Mírame a la cara y dime que no he significado nada para ti –Esther cogió la mano a David, acercándose bastante a él.
- No me conoces Esther, no soy buena persona, te mereces algo mejor, de verdad, cuídate mucho –David cogió el rostro de Esther con las dos manos y le dio un leve beso en la frente, alejándose de ella.
La chica se quedó en la puerta hasta ver cómo David se alejaba y giraba la esquina de la calle. David aceleró el paso para irse lo más rápido posible de allí. ¿Qué le pasaba?, ¿Por qué era todo tan difícil con ella?, lo tenía claro, era la número 7, tenía que escribirle el sobre rojo y entregárselo, pero una parte de él le decía que no lo hiciera.

lunes, 3 de octubre de 2016

CAPÍTULO 7

ELENA: LA ENVIDIA
La estancIa en Málaga fue de apenas dos semanas, después, David tuvo que sustituir a un compañero en la provincia de Jaén. Provincia de olivares y aceite, destaca su hermosa Sierra de Cazorla, paraíso para cualquier amante de la naturaleza.
Allí David iba a conocer a una joven bastante singular, Elena.
Elena iba a la Universidad, estudiaba Química y no era para nada una chica popular. De estatura media con 18 años recién cumplidos y aun siendo bastante atractiva, Elena pasaba bastante desapercibida por sus compañeros. Era rubia, pelo largo, ojos azules y casi siempre vestía con vaqueros y camisetas.
En clase de Elena, la mayoría de las chicas tenían dinero para poder comprarse ropa casi cada día, ella en cambio, estaba estudiando gracias a una beca que le concedieron por su expediente académico.
Elena se había enamorado del chico más popular de su clase, Jonathan. Jonathan era atlético, bastante elegante, alto, moreno, ojos verdes, además era muy dulce y romántico. Pero para Jonathan, Elena era invisible, ni siquiera la miraba cuando ella pasaba por su lado.
Cuando Jonathan empezó a salir con Tamara, una de las chicas más guapas y populares de clase, Elena perdió la cabeza y lo que era un enamoramiento adolescente, se convirtió en una peligrosa obsesión.
Elena seguía a la pareja a todas partes. Vigilaba cada movimiento de Tamara, robó dinero a su propia familia para comprarse ropa igual que la de ella, copió su forma de andar, intentaba hacerse amiga de sus amigas y cuando se miró al espejo, en su cabeza vio a Tamara y no su propio reflejo, así que fue a casa de Jonathan. Era más de las doce de la noche y el chico abrió la puerta con cara somnolienta:
- ¡Hola cariño! –dijo Elena abrazando al chico.
- Pero, ¿tú quién eres? –dijo el chico apartando a Elena.
- Soy tu novia, Tamara, no me ves. –dijo la chica mostrándole su ropa recién comprada.
- ¿Estás de coña no? ¿es una broma o qué? – el chico estaba cada vez más mosqueado.
- Cariño, ¿no me invitas a pasar?
- Mira tía, no sé quién eres, pero ya es tarde y no tengo ganas de bromitas –el chico intentó cerrar la puerta.
Elena empujó la puerta y se abalanzó sobre Jonathan dándole un beso en la boca. El chico se levantó del suelo, se limpió la boca con las mangas de la chaqueta y le ordenó que se fuera, bastante cabreado.
- ¡Estás loca tía, sal de mi casa ahora! –dijo Jonathan, cerrando de un portazo.
Elena se fue llorando a casa. Cuando llegó se quitó la ropa y la cortó con las tijeras, estaba bastante enojada y pensaría la forma de vengarse del chico. Si no está con ella no estaría con nadie.
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David estaba de guardia en el hospital. El día había sido bastante ajetreado, apenas pudo hablar con ningún paciente de los que llegaron. Llevaba ya en Jaén un mes y medio y aún no había conocido a nadie "especial". Estaba tomando un café y recordó que por la tarde ingresó un chico joven, tenía la cara destrozada, todo el personal médico había pensado que fue víctima de una pelea entre chicos. Pero había algo que no encajaba. El chico estaba vestido con ropa de equitación. David pensó que no era muy adecuado ir con esa ropa si vas a pelearte con alguien. Como la noche estaba tranquila, subió a la habitación del muchacho:
- Hola Jonathan, mi nombre es David y soy médico de este hospital, ¿cómo te encuentras?
- Me duele todo el cuerpo doctor, pero supongo que es normal –dijo el chico medio dormido por los tranquilizantes.
- ¿Por qué te has peleado? ¿qué ha pasado?
- Yo no me he peleado con nadie, me asaltaron por detrás me taparon la cara con un saco y me dieron una paliza, ya se lo dije a los otros doctores. –Jonathan parecía sincero.
- ¿Hay algún motivo para que eso pasara? ¿tienes algún enemigo? –David cogió las manos del muchacho y efectivamente no había ningún signo de haber golpeado a nadie, estaban perfectamente.
- Yo no tengo enemigos, me llevo bien con todo el mundo.
- No te ha pasado nada raro últimamente, piensa un poco, a nadie le acechan para darle una paliza así, sin algún motivo.
El chico se quedó pensando unos minutos en silencio.
- El otro día vino una chica extraña a mi casa, iba vestida con ropa similar a la de mi novia y decía que era ella, quiso besarme y entrar a mi casa, la eché de allí diciéndole que estaba loca. ¿Crees que puede estar relacionado? –Jonathan se sentía aliviado al contarle la verdad a David.
- No lo sé, ¿sabes algo de esa chica?
- Un día después la vi en clase, se llama Elena, solo se eso doctor.
- Está bien, descansa. –David salió de la habitación.
Cuando David salió de la habitación vio a una chica rubia detrás de la columna:
- Perdone pero el horario de visitas es a partir de las 8 de la mañana, ahora los pacientes están descansando.
La chica salió de su escondite y se acercó a David.
- Solo quería saber que Jonathan estaba bien –dijo con cara de preocupación.
- Sí, está bien, dolorido por la paliza, ¿tú eres?
- Dile que ha venido su novia a verle y que cuando se recupere podremos ser felices juntos –la chica se dio la vuelta y se fue.
David intuyó que no era realmente la novia de Jonathan y corrió a su habitación:
- Jonathan ¿Cómo es tu chica?
- Alta, castaña, ojos marrones.
- Está bien, me tengo que ir. –dijo saliendo de la habitación.
- Pero doctor, ¿Qué pasa? –Jonathan no entendía nada.
- Nada, te contaré más adelante.
David salió tras la chica y la observó hablando por teléfono. Se acercó, sin que ella pudiera verlo, escondido entre las sombras pudo oír algo:
- Os dije que le dierais un susto solamente y no una paliza. No volváis a acercaros a él, os pagaré lo acordado, adiós.
David siguió a la chica hasta su casa, la habitación de la muchacha estaba en la planta baja y daba a la ventana. David pudo observar a través de los cristales todo lo que había en el dormitorio de Elena. Tenía fotos de Jonathan con su novia, en los que la cara de la chica estaba cortada, un mural en el corcho que decía "Tamara te odio", "Jonathan es mío", "Si no eres mío no eres de nadie".
Tras observar esto, David lo tuvo claro, Elena tenía un pecado muy peligroso si está fuera de control, la envidia y si él no actuaba ya, la vida de aquel muchacho y su novia corrían serio peligro. Esa misma noche le preparó su sobre rojo perfumado y se lo dejó en el buzón.
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Elena se despertó tarde, pero que más daba, no iría a clase sino a ver a Jonathan al hospital, ya era horario de visitas. Soñaba en cómo sería la vida con él, comprarían una casa grande y tendrían dos o tres niños. Quizás un perro grande también para que vigilara la casa. Cuando salió de casa vio que un papel rojo sobresalía del buzón. Era un sobre rojo y olía bastante rico. Lo abrió rápidamente:
Estimado Srta. D. Elena Díaz, tengo el gusto de invitarle al evento más esperado del año. Le informo de que usted es una de las siete personas elegidas para asistir a este innovador proyecto. Durante ese fin de semana podrá compartir habitación con su chico Jonathan Segura, pasarán juntos una luna de miel preciosa, pero no lo puedes decir a nadie, ya que será una sorpresa.
Ver dirección, día y hora al dorso.
Elena empezó a saltar y a gritar de alegría, sabía que Jonathan le quería, había preparado un fin de semana de ensueño para ella, pero, ¿quiénes serían los demás elegidos? Ya estaba deseando acudir a la cita para poder averiguarlo.

sábado, 1 de octubre de 2016

CAPÍTULO 6



Pasaron dos meses, cuando David fue trasladado a Málaga, ciudad del gran pintor Picasso. En esta ciudad destaca su enorme puerto de lujo, Puerto Banus.
A David, debido a su lugar de nacimiento, le atraía mucho el mar y los puertos pesqueros. Le gustaba observar los barcos, soñaba con tener uno y perderse varios días en alta mar, sin más ruido que el de las olas, con la brisa del viento acariciando su rostro. Aprovechó su día libre para pasear por el puerto marítimo de Málaga, se acercaba la hora de comer y fue a un restaurante cercano, sabía que iba a ser caro, pero quería observar a la gente con un buen nivel económico.
Se sentó en una mesa cercana a la ventana, había una mesa bastante grande reservada al lado de la suya. Para comer optó por una ensalada y una fritura de pescado fresco. Estaba inmerso en sus pensamientos, cuando apareció ella, una mujer alta, delgada, de pelo rojizo tintado, olía a perfume caro y vestía con ropa bastante exclusiva.
Lo que más le llamó la atención a David es que llevaba a un joven con ella, no tenía más de 20 años, al principio parecía ser su acompañante, pero poco después de llegar, empezó a gritarle:
- ¿Has visto como me has dejado las uñas? –pregunto ella enfadada.
- Lo siento, Esmeralda, puedo arreglarlo –el joven saco el pintauñas de un enorme bolso que llevaba a su espalda.
- Déjalo, lo vas a empeorar, y no me llames Esmeralda, para ti soy señorita a secas, llama al camarero y haz algo útil –empujó el pintauñas y le habló con desprecio.
El chico se levantó de la mesa y fue a la barra a hablar con el camarero, mientras tanto la mujer, conversaba con su móvil:
- No entiendo nada, se supone que nuestras acciones estaban creciendo. Yo estoy comiendo algo, luego hablamos. Chao, querido.
Algo le dirían por teléfono que no era de su agrado, cuando llegó el chico a la mesa le dijo que se fuera a la calle y que la esperara allí. El chico se levantó sin más y se fue con la cabeza agachada y rojo de vergüenza.
David se levantó en ese momento, pagó la cuenta y salió fuera. El muchacho se estaba fumando un cigarrillo. David se acercó a él:
- Perdona, ¿me das uno? –preguntó al chico.
- Sí, claro, tome.
- Me estoy quitando, pero hay días que lo necesito –mintió David, ya que él no fumaba.
- A mí es lo único que me da un respiro –suspiró el chico.
- Te vi con una señora muy elegante en el restaurante –indicó David.
- Es una bruja, se cree mejor que nadie, perdone pero es que ya no puedo soportar más sus vejaciones, usted no tiene culpa ninguna – dijo el chico.
- ¿Es tu jefa?
- Sí, y no me voy porque me paga bien y necesito el dinero, pero tengo la dignidad por el suelo, le dejo pero enseguida saldrá y no quiero que me vea hablando. Gracias por la compañía.
El chico entró de nuevo al restaurante. David pensó que era una de las personas más soberbias y orgullosas que había visto nunca. Pensó que podía ser una de sus elegidos y se propuso investigarla un poco más.
Preguntando a la gente de la zona, averiguó algunas cosas sobre la vida de Esmeralda.
El marido de Esmeralda era un importante empresario, dueño de un yate de lujo, tenía tiempo de todo menos de pasar tiempo con su mujer, ella se había acomodado a una vida alta gama y en vez de divorciarse e intentar ser feliz, se pasaba el día castigando a la gente de su alrededor con sus desplantes y caprichos.
Días más tarde, estando David de guardia nocturna, llegó la ambulancia con una mujer atropellada, de unos 37 años, alta, delgada, pelo rojizo y ojos grandes. Su nombre era Esmeralda. Por suerte no era nada grave, tan solo una pierna rota y algunas contusiones leves. La mujer iba acompañada por su "criado", el chico que conoció David en el restaurante. El chico reconoció a David en cuanto lo vio, aprovechó que Esmeralda estaba sedada en la habitación para hablar con él:
- Así que eres Doctor, las apariencias engañan.
- No tengo pinta de médico, lo sé –los dos sonrieron.
- Doctor, ¿soy mala persona por haber deseado la muerte de Esmeralda?
- No soy yo nadie para juzgarte, te aconsejo que te alejes de ella en cuanto se recuperes, si alguien está sacando lo peor de ti, no merece que sigas a su lado, por mucho dinero que te dé.
- Lleva usted razón, en cuanto se vaya a casa, dejaré de trabajar con ella –dijo el chico con ojos llorosos.
- No me llames de usted, me llamo David y quiero que me hagas un favor – David le entregó un sobre rojo al chico.
- ¿Qué es esto? –dijo el muchacho con el sobre en la mano.
- Es lo que cambiará la vida de Esmeralda para siempre, pero no puedo decirte nada más, tan solo entrégaselo cuando despierte, no le digas quien te lo dio.
- Sea lo que sea lo haré, gracias por tus consejos David.
David estrechó la mano del muchacho. El chico entró en la habitación y esperó pacientemente a que la mujer despertara. Cuando despertó, le entregó el sobre rojo perfumado:
- ¿Qué es esto? ¿Si es una factura ya sabes que es para mi marido?
- Me lo dio un extraño hombre para ti, me dijo que no podía abrirlo.
La mujer abrió el sobre con curiosidad:
Estimado Srta. D. Esmeralda Rodríguez, tengo el gusto de invitarle al evento más esperado del año. Le informo de que usted es una de las siete personas elegidas para asistir a este innovador proyecto. Durante ese fin de semana, podrá disfrutar la ropa más exclusiva de las mejores marcas, bebida y comida de alta gama, joyas solo para usted,... Su asistencia es totalmente obligatoria.
Ver dirección, día y hora al dorso.
- Pequeño engendro, tienes trabajo para el día 7 de Julio, tendrás que llevarme a Almería y luego te vas, que tú no tienes invitación –dijo la mujer con los ojos brillantes y relamiéndose al pensar lo que le esperaba allí.
- Lo siento señorita, hoy mismo dejo el trabajo.
El chico se levantó de la silla, salió por la puerta de la habitación y dio un portazo que ahogó los incesantes gritos de la mujer pidiéndole que volviera inmediatamente.