domingo, 16 de octubre de 2016

CAPÍTULO 8


Para terminar las sustituciones por Andalucía, a David le enviaron a Granada, provincia de grandes bellezas, ver la Alhambra de noche desde un mirador es algo realmente hermoso, además puedes pasear por su casco antiguo y tomar un té pakistaní.
El hospital de Granada era bastante nuevo y tanto David como sus demás compañeros tenían poco trabajo las primeras semanas. Así que David tuvo tiempo de pasear por los verdes parques de la capital andaluza. Un día, sentado en el parque de Federico García Lorca, vio a una chica sentada justo en el banco de enfrente. Era de pelo castaño y largo, delgada, ojos marrones y vestía totalmente de negro. Lo que más llamó la atención a David era como esta chica estaba sentada, parecía agotada, sin ganas. David se levantó y se acercó a ella, quería saber porque se veía tan cansada, podía ser algún síntoma de una enfermedad:
- Buenas, ¿puedo sentarme contigo? –dijo David apoyando su mano en el respaldo del banco y mirando a la chica a los ojos.
- Hay un montón de bancos vacíos, pero si te empeñas puedes sentarte, me da igual –la chica ni levantó la cabeza para mirar a David.
- Hace un día precioso, ¿no crees? –preguntó el doctor.
- Si tú lo dices, para mí solo es un día más –dijo la chica resignada.
- No tiene porque ser así, estás en una ciudad muy bonita, puedes hacer muchas cosas aquí.
- Ya, el problema es que me aburre todo.
- Algo habrá que te guste o te motive, no sé, el deporte por ejemplo, o el cine, ir de compras,...
- No hay nada que me guste, no soy buena en el deporte, no tengo dinero para ir al cine o de compras, yo soy así, paso de todo –la chica se incorporó un poco en el banco, parecía que le empezaba a interesar la conversación con David.
- ¿Trabajas o estudias? –insistió David.
- No, estuve un tiempo buscando trabajo, pero no me salió nada, empecé a estudiar una carrera, pero lo dejé, era perder el tiempo, realmente no tengo necesidad alguna –la muchacha miró por primera vez a David a los ojos, su mirada reflejaba un gran vació en su interior, aunque sus palabras describían lo contrario.
- Todo el mundo necesita trabajar, mírame a mí, soy de Almería y me he recorrido toda Andalucía trabajando como médico – David intentó que la chica pensara en su actitud pasiva.
- Ni siquiera sé cómo te llamas, no sé porqué te empeñas en seguir aquí hablando conmigo, seguro que tienes algo mejor que hacer –dijo la joven cruzándose de brazos, en actitud defensiva.
- Me llamo David, si te soy sincero, llevo pocos días aquí y no había conocido aún a nadie, así que no tengo nada mejor que hacer, al menos hoy –la chica miró de nuevo a David y en su rostro se esbozó una pequeña sonrisa que iluminó su rostro pálido y apagado.
- Me llamo Esther y yo también te voy a ser sincera, vivo con mi abuela, mis padres murieron en un accidente de tráfico. Mi abuela tiene una buena pensión y una casa que heredaré cuando ella ya no esté, ¿qué necesidad tengo de trabajar muchas horas en un trabajo de mierda para ganar un sueldo de mierda o de estudiar varios años una carrera para no encontrar trabajo? Ahora mismo soy feliz así.
- Tus palabras no dicen lo mismo que tus ojos, necesitas sentirte útil, ver que eres capaz de hacer cosas, tienes unos veinte años y me dices que no tienes ganas de luchar, pues no me lo creo –de repente a Esther le sonó una alarma en el móvil.
- David siento decirte esto, pero tengo que irme, tengo que darle la medicación a mi abuela, ha sido interesante hablar contigo, ¿puedo volver a verte pronto?
- Está bien, me gustaría verte de nuevo, dame tu teléfono y te llamaré.
La chica le dio su número de teléfono a David, se levantó del banco, se tapó la cabeza con la capucha de su sudadera y tímidamente con la mano se despidió de él.
Pocos minutos después, David volvió a su piso. Nada más entrar fue a su escritorio y abrió el primer cajón, allí tenía un pequeño cuaderno azul, empezó a leer lo que él mismo había escrito:
PECADOS Y PECADORES
Avaricia: César (Huelva)
Gula: Miguel (Sevilla)
Lujuria: Juan (Cádiz)
Ira: Marco (Córdoba)
Orgullo: Esmeralda (Málaga)
Envidia: Toñi (Jaén)
Pereza:
Tan solo el hueco de la pereza estaba aún vacío, estaba claro que Esther podía ser la candidata ideal, pero hablar con ella había sido nuevo para David. Nunca antes había empatizado con un "pecador". Para David sería bastante fácil hacerle entrega a Esther de su correspondiente sobre rojo, pero esta vez necesitaba verla, esos ojos sin vida eran el reflejo de los suyos hace unos años, hasta que pensó en su proyecto, él tampoco había tenido motivaciones y también se había sentido vació e incomprendido. Por otro lado, debía ser fiel a sus principios, no podía encariñarse de la chica, tan solo quedaría con ella una vez más para conocerla mejor. En la vida de David no había hueco para los sentimientos, eso era para las personas normales, él era un ser bastante peculiar.
Dos días más tarde, cuando David terminó su guardia en el hospital, llamó a Esther y le dijo que le gustaría quedar con ella para comer. La chica le dijo que conocía un restaurante económico cerca de la casa de su abuela. Media hora más tarde, David y Esther se vieron en la puerta del local. La chica llevaba el pelo suelto y bien peinado, esta vez no iba vestida de negro, llevaba una blusa blanca y un pantalón vaquero ajustado. Cuando David la vio de cerca no pudo contenerse:
- Hoy estás bastante guapa –dijo él ruborizándose.
- Gracias, tú también estás bien –la chica miró hacia el suelo avergonzada.
- Bueno pasemos dentro –la pareja entró al restaurante.
La comida fue bastante agradable para ambos, la chica le confesó a David que desde que hablaron, se estaba planteando un cambio en su vida, a él le alegró bastante ese cambio de actitud en la joven. David le dijo que pronto se marcharía una temporada a Almería, que estaría un tiempo centrado en un proyecto muy importante. Eso entristeció un poco a Esther que seguidamente cambió de tema. Cuando salieron del local, había oscurecido, David se ofreció a acompañarla a casa y Esther accedió.
Pasearon despacio, como queriendo parar el tiempo de esa cita, ni uno ni otro querían separarse, David la miraba y sonreía, Esther evitaba mirarle a los ojos porque se ruborizaba. Lo inevitable llegó y ambos se pararon en la puerta de la abuela de la chica:
- Hemos llegado, aquí vivo yo, te invitaría a pasar pero a mi abuela no le gustan mucho los extraños.
- No, tranquila, se ha hecho tarde y me tengo que marchar, me lo he pasado bastante bien contigo, Esther –a David le temblaba la voz.
- ¿Esto es una despedida? –dijo Esther con lágrimas en sus ojos.
- No lo sé, quizás nos volvamos a ver, soy un hombre complicado Esther –David intentó alejarse de la chica.
- Me has cambiado la vida, David, me gustan los retos y todo es gracias a ti. Mírame a la cara y dime que no he significado nada para ti –Esther cogió la mano a David, acercándose bastante a él.
- No me conoces Esther, no soy buena persona, te mereces algo mejor, de verdad, cuídate mucho –David cogió el rostro de Esther con las dos manos y le dio un leve beso en la frente, alejándose de ella.
La chica se quedó en la puerta hasta ver cómo David se alejaba y giraba la esquina de la calle. David aceleró el paso para irse lo más rápido posible de allí. ¿Qué le pasaba?, ¿Por qué era todo tan difícil con ella?, lo tenía claro, era la número 7, tenía que escribirle el sobre rojo y entregárselo, pero una parte de él le decía que no lo hiciera.

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