sábado, 1 de octubre de 2016

CAPÍTULO 6



Pasaron dos meses, cuando David fue trasladado a Málaga, ciudad del gran pintor Picasso. En esta ciudad destaca su enorme puerto de lujo, Puerto Banus.
A David, debido a su lugar de nacimiento, le atraía mucho el mar y los puertos pesqueros. Le gustaba observar los barcos, soñaba con tener uno y perderse varios días en alta mar, sin más ruido que el de las olas, con la brisa del viento acariciando su rostro. Aprovechó su día libre para pasear por el puerto marítimo de Málaga, se acercaba la hora de comer y fue a un restaurante cercano, sabía que iba a ser caro, pero quería observar a la gente con un buen nivel económico.
Se sentó en una mesa cercana a la ventana, había una mesa bastante grande reservada al lado de la suya. Para comer optó por una ensalada y una fritura de pescado fresco. Estaba inmerso en sus pensamientos, cuando apareció ella, una mujer alta, delgada, de pelo rojizo tintado, olía a perfume caro y vestía con ropa bastante exclusiva.
Lo que más le llamó la atención a David es que llevaba a un joven con ella, no tenía más de 20 años, al principio parecía ser su acompañante, pero poco después de llegar, empezó a gritarle:
- ¿Has visto como me has dejado las uñas? –pregunto ella enfadada.
- Lo siento, Esmeralda, puedo arreglarlo –el joven saco el pintauñas de un enorme bolso que llevaba a su espalda.
- Déjalo, lo vas a empeorar, y no me llames Esmeralda, para ti soy señorita a secas, llama al camarero y haz algo útil –empujó el pintauñas y le habló con desprecio.
El chico se levantó de la mesa y fue a la barra a hablar con el camarero, mientras tanto la mujer, conversaba con su móvil:
- No entiendo nada, se supone que nuestras acciones estaban creciendo. Yo estoy comiendo algo, luego hablamos. Chao, querido.
Algo le dirían por teléfono que no era de su agrado, cuando llegó el chico a la mesa le dijo que se fuera a la calle y que la esperara allí. El chico se levantó sin más y se fue con la cabeza agachada y rojo de vergüenza.
David se levantó en ese momento, pagó la cuenta y salió fuera. El muchacho se estaba fumando un cigarrillo. David se acercó a él:
- Perdona, ¿me das uno? –preguntó al chico.
- Sí, claro, tome.
- Me estoy quitando, pero hay días que lo necesito –mintió David, ya que él no fumaba.
- A mí es lo único que me da un respiro –suspiró el chico.
- Te vi con una señora muy elegante en el restaurante –indicó David.
- Es una bruja, se cree mejor que nadie, perdone pero es que ya no puedo soportar más sus vejaciones, usted no tiene culpa ninguna – dijo el chico.
- ¿Es tu jefa?
- Sí, y no me voy porque me paga bien y necesito el dinero, pero tengo la dignidad por el suelo, le dejo pero enseguida saldrá y no quiero que me vea hablando. Gracias por la compañía.
El chico entró de nuevo al restaurante. David pensó que era una de las personas más soberbias y orgullosas que había visto nunca. Pensó que podía ser una de sus elegidos y se propuso investigarla un poco más.
Preguntando a la gente de la zona, averiguó algunas cosas sobre la vida de Esmeralda.
El marido de Esmeralda era un importante empresario, dueño de un yate de lujo, tenía tiempo de todo menos de pasar tiempo con su mujer, ella se había acomodado a una vida alta gama y en vez de divorciarse e intentar ser feliz, se pasaba el día castigando a la gente de su alrededor con sus desplantes y caprichos.
Días más tarde, estando David de guardia nocturna, llegó la ambulancia con una mujer atropellada, de unos 37 años, alta, delgada, pelo rojizo y ojos grandes. Su nombre era Esmeralda. Por suerte no era nada grave, tan solo una pierna rota y algunas contusiones leves. La mujer iba acompañada por su "criado", el chico que conoció David en el restaurante. El chico reconoció a David en cuanto lo vio, aprovechó que Esmeralda estaba sedada en la habitación para hablar con él:
- Así que eres Doctor, las apariencias engañan.
- No tengo pinta de médico, lo sé –los dos sonrieron.
- Doctor, ¿soy mala persona por haber deseado la muerte de Esmeralda?
- No soy yo nadie para juzgarte, te aconsejo que te alejes de ella en cuanto se recuperes, si alguien está sacando lo peor de ti, no merece que sigas a su lado, por mucho dinero que te dé.
- Lleva usted razón, en cuanto se vaya a casa, dejaré de trabajar con ella –dijo el chico con ojos llorosos.
- No me llames de usted, me llamo David y quiero que me hagas un favor – David le entregó un sobre rojo al chico.
- ¿Qué es esto? –dijo el muchacho con el sobre en la mano.
- Es lo que cambiará la vida de Esmeralda para siempre, pero no puedo decirte nada más, tan solo entrégaselo cuando despierte, no le digas quien te lo dio.
- Sea lo que sea lo haré, gracias por tus consejos David.
David estrechó la mano del muchacho. El chico entró en la habitación y esperó pacientemente a que la mujer despertara. Cuando despertó, le entregó el sobre rojo perfumado:
- ¿Qué es esto? ¿Si es una factura ya sabes que es para mi marido?
- Me lo dio un extraño hombre para ti, me dijo que no podía abrirlo.
La mujer abrió el sobre con curiosidad:
Estimado Srta. D. Esmeralda Rodríguez, tengo el gusto de invitarle al evento más esperado del año. Le informo de que usted es una de las siete personas elegidas para asistir a este innovador proyecto. Durante ese fin de semana, podrá disfrutar la ropa más exclusiva de las mejores marcas, bebida y comida de alta gama, joyas solo para usted,... Su asistencia es totalmente obligatoria.
Ver dirección, día y hora al dorso.
- Pequeño engendro, tienes trabajo para el día 7 de Julio, tendrás que llevarme a Almería y luego te vas, que tú no tienes invitación –dijo la mujer con los ojos brillantes y relamiéndose al pensar lo que le esperaba allí.
- Lo siento señorita, hoy mismo dejo el trabajo.
El chico se levantó de la silla, salió por la puerta de la habitación y dio un portazo que ahogó los incesantes gritos de la mujer pidiéndole que volviera inmediatamente.

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