sábado, 24 de septiembre de 2016

CAPÍTULO 3

MIGUEL: LA GULA 

Tras su estancia en Huelva, David fue trasladado un par de meses a la capital de Andalucía, Sevilla. Ciudad romana, moderna, festiva, torera, los adjetivos para describir esta ciudad se quedaban cortos. David destacó de ella La Giralda y la Torre del Oro, monumentos de gran belleza. Los días en el hospital pueden ser muy agobiantes y muchas veces, David y sus compañeros de profesión bajaban a tomarse un café a la cafetería del hospital, así aprovechaban para charlar. Él no hablara casi nunca, pero siempre estaba atento a lo que decían los demás.
Aquel día soleado, era feria en Sevilla y el hospital estaba poco transitado, así que dos compañeros y David fueron a tomar algo a la cafetería.
- Chicos, no os acomodéis mucho, que esta noche seguro que es movidita –dijo Frank
- Es cierto, seguramente llamará el tipo ese, ¿Cómo se llamaba?- preguntó Gómez
- ¿Te refieres a Miguel no? –preguntó Frank.
- ¿Quién es Miguel? –consultó David en voz baja
- El tipo obeso y drogadicto, el que vive en el barrio "chungo". Siempre que vamos está rodeado de basura y rozando la sobredosis, por mucho que le digamos no hace caso a nuestros consejos.
- ¿Tiene familia? – dijo David con curiosidad
- Pues no creo, si la tiene seguro que no quieren saber nada de él, la verdad es que se lo ha buscado. A mí no me da ninguna pena –Gómez hablaba con total sinceridad.
Diez minutos después les sonó el busca, necesitaban ayuda urgente con un paciente. La sorpresa para David es que iba a conocer al famoso Miguel. Cuando los compañeros de urgencias le estabilizaron, David se acercó a verle. Estaba sedado, apenas entraba en la camilla, estaba sucio y descuidado. David leyó su informe:
Paciente de 30 años con obesidad mórbida, ingresa de urgencias debido a una ingesta indebida de pastillas y alcohol.
Su horario de trabajo ya había concluido, pero David seguía allí sentado al lado de la camilla de Miguel. En su mente creaba varias historias de la vida de aquel hombre, pero ninguna tenía sentido. Tan solo tenía 30 años, era joven, podía estudiar o trabajar, encontrar a una chica, ser feliz, cualquier cosa menos matarse lentamente comiendo y drogándose.
Cuando David estaba cerrando los ojos por el cansancio, Miguel se despertó quejándose:
- ¡Ay!, me duele todo, ¿Dónde estoy?, ¿Quién eres tú?- gruñó Miguel de mala gana.
- Hola Miguel, soy David, estás en el hospital. Estate tranquilo, que estás a salvo.
- Mierda, yo no debería estar aquí - Miguel se tapó la cara con las dos manos.
- ¿Has intentado suicidarte?- preguntó el doctor.
- ¿Piensas acaso que eres mi padre? Si vienes a darme consejos, vete por donde has venido – expresó Miguel con desprecio, señalando la puerta.
- ¿Puedo preguntarte el porqué de todo esto?- dijo David con curiosidad.
- ¿Quieres que te cuente mi asquerosa vida? Pues no hay nada, no tengo ningún trauma infantil, ninguna novia me rompió el corazón, nadie me maltrató. Tan solo quiero comer y drogarme, el tiempo que esté en este mundo lo voy a vivir a mi manera, eso es todo. Ahora que ya sabes mi historia, haz que me traigan algo de comer, que me ruge el estómago.
David se levantó y salió de la sala de urgencias dando un portazo y suspirando, empezaron a sudarle las manos. Intentaba creer que le había mentido, que era todo fachada. Pensó que debía irse ya a casa, había sido un día bastante completo, necesitaba descansar. Mañana investigaría la vida de Miguel, para saber si decía la verdad o no.
Era su día de descanso, pero en vez de darse un paseo y desconectar, David fue al hospital, directamente a buscar la historia de Miguel. Efectivamente tenía padres, anotó la dirección y cogió el coche. Aunque sus compañeros mencionaron que Miguel vivía en un barrio "chungo", sus padres vivían en una urbanización bastante bonita. David bajó del coche y llamó a la puerta:
- ¿Quién es? –dijo una voz masculina.
- Hola, soy David, venía preguntando por Miguel.
El hombre abrió la puerta con cierta sorpresa, después de mirar a David de arriba abajo preguntó:
- ¿De qué conoce usted a mi hijo Miguel? –dijo el hombre mirando a David.
- Trabajo en el hospital de Sevilla y ayer ingresó por una sobredosis, está estable pero sé que no es la primera vez que va al hospital por drogas. Además está muy descuidado, tiene obesidad mórbida y dice que le da igual todo.
- Ni su madre ni yo podemos ayudarle con Miguel, le hemos llamado y no nos coge el teléfono, vamos a su casa y no nos abre la puerta. Realmente no sabemos porque se comporta así, dice que es su vida y que no nos metamos en ella. Nos duele y mucho porque es nuestro hijo, pero si el no quiere cambiar, ¿qué podemos hacer nosotros?
La cara del padre de Miguel lo decía todo, estaba preocupado y decepcionado a la vez con su hijo y se sentía impotente. David insistió:
- ¿No saben si ha tenido algún problema con alguien?
- Para nada, no puede tener problemas porque no sale de su antro, pide la comida basura por internet, al igual que las drogas, quiere vivir alejado del mundo.
- ¿Su hijo podría intentar suicidarse? –consultó el doctor.
- Mi hijo es un cobarde, no se quitaría la vida, morirá cualquier día, pero será porque su corazón diga basta. Le agradezco mucho que se haya desplazado hasta aquí y que se haya interesado por mi hijo, pero le doy un consejo, no pierda el tiempo con él.
David le estrechó la mano al hombre y se fue de allí. Se quedó helado, normalmente la gente entra en depresión y se aísla del mundo debido a algo, no porque elijan vivir así. David pensó que Miguel sería uno de sus elegidos. La vida es un regalo y este hombre no lo estaba aprovechando. Se estaba matando lentamente, había alejado a todos de su vida.
Miguel volvía a casa después de que le dieran el alta en el hospital, abrió la puerta de su casa y entró de lado como siempre. Estaba todo lleno de cajas vacías de pizza, envoltorios de hamburguesas, botes de pastillas,...
Lo primero que hizo fue pedir una pizza, ya que no había comido apenas durante los dos días que estuvo en el hospital y tenía mucha hambre. Los de la pizzería ya le conocían, le tocaban a la puerta y le dejaban la pizza en el suelo, Miguel miraba por la mirilla, abría la puerta lo suficiente como para poder meter la mano y pagarle, el chaval le daba la vuelta de igual modo y se iba. Esperaba que se fuera el chico en la moto y abría la puerta para coger la pizza. No quería que nadie le viera.
Aquel día hizo lo mismo de siempre, pero cuando abrió la caja de pizza, encontró un sobre rojo dentro de ella y no había rastro de comida. Miguel se levantó y abrió la puerta buscando al repartidor para reclamarle su pedido, pero éste ya se había marchado.
Cuando volvió a su sillón, abrió el sobre rojo que tenía un olor muy agradable y lo leyó con curiosidad:
Estimado Sr. D. Miguel Crespo, tengo el gusto de invitarle al evento más esperado del año. Le informo de que usted es una de las siete personas elegidas para asistir a este innovador proyecto. Durante ese fin de semana, no faltará cualquier tipo de comida que desee, también habrá otro tipo de sustancias. Tendrá una cama de matrimonio en exclusiva para descansar y evadirse de los demás elegidos.
Su asistencia es totalmente obligatoria. Ver dirección, día y hora al dorso.
A Miguel se le hizo la boca agua, imaginaba un salón lleno de comida de todo tipo y de cualquier país. También se podía tomar alguna pastillita para disfrutar a lo grande. Que se preparen los demás, porque él no iba a compartir la comida.
Ese día David comió pizza, la verdad es que mereció la pena darle la propina al repartidor y hacerle el cambiazo a Miguel. Se sintió gozoso al saber, que esa carta era ideal para Miguel, ya que éste hombre no se desplazaría fácilmente.

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