lunes, 26 de septiembre de 2016

CAPÍTULO 4


JUAN: LA LUJURIA
Era un día rutinario en la vida de Juan. Nacido en la provincia de Cádiz, se había convertido en los últimos años en un abogado bastante cotizado. Lejos de ser feliz por ello, Juan necesitaba otro tipo de motivación.
El despertador sonaba a las 6 y media de la mañana. Como cada día desayunaba tostadas y café con leche. Después se vestía con traje y corbata, casi siempre la de color rojo pasión, luego se echaba su perfume favorito y salía de casa. Conducía hasta el buffet donde trabajaba, aparcaba siempre en la misma plaza. La relación con sus compañeros de trabajo era buena, pero nunca quedaba con ellos para tomar algo, no quería que descubrieran su lado oscuro.
Tras la jornada laboral, que cada día se le hacía más pesada, Juan iba a comer algo al restaurante de la esquina. Era un hombre de cuarenta años, pelo canoso, delgado y bastante guapo, eso le ayudaba bastante para encontrar alguna presa, como él las llamaba.
Siempre se sentaba en la misma mesa, junto a la ventana, donde podía divisar todo lo que sucedía dentro del local y fuera en la calle. Allí podía pasar horas, observando y analizando a cada chica que se acercara, normalmente las buscaba jóvenes pero también podía hacer excepciones.
Después de una hora, apareció una chica de unos 20 años, era rubia, delgada y de grandes ojos marrones. Se acercó a la barra a pedir una cerveza, iba sola y se le veía preocupada por algo. Juan se levantó y se sentó a su lado en la barra:
- ¿Un día duro?- preguntó a la chica.
- Sí, más o menos –la chica respondió sin levantar la vista de la cerveza.
Su cabello era largo y ondulado, le caía sobre sus hombros y acariciaba sus mejillas de porcelana.
- Deja que te alegre la tarde- Juan llamó al camarero y le dijo que pagaba lo de la chica.
- Gracias –la chica levantó la vista y miró a Juan fijamente.
Jess se fijó en los rasgos marcados de aquel hombre, aun siendo maduro era bastante atractivo. Sus ojos eran bastante brillantes, cuando le miraba debía apartar la vista, pues esos ojos penetraban hasta lo más profundo de su ser.
- Perdona pero no me he presentado, mi nombre es Antuan y mi día también ha sido una basura hasta que te vi llegar.
- Yo soy Jess, encantada de conocerte –la chica se acercó y le dio dos besos en la mejilla.
Cuando "Antuan" se le acercó, pudo oler ese perfume, era masculino y fresco, debía de ser un hombre de negocios, bastante sofisticado y responsable.
Estuvieron hablando durante una hora en el local. La muchacha le contó que había suspendido un examen muy importante de la universidad y se quedaba sin beca. "Antuan" le contó que le habían despedido, que se sentía solo y deprimido.
Después salieron a dar un paseo, Juan la invitó a un helado, fueron al parque y siguieron charlando. La chica se sentía a gusto con aquel hombre, se estaba portando bien con ella, parecía bastante agradable. Las horas se pasaban como si fueran minutos, Antuan le hacía reír, cosa que no hacía mucho últimamente. Dos horas después estaban en una habitación de hotel que Juan pagó para la ocasión:
- Pasa y ponte cómoda Jess –dijo Juan con energía y fue a por dos copas del mini bar.
- Gracias, muy bonita la habitación –la chica se sentó en el sofá.
- Toma, vamos a brindar por nosotros –Juan le dio la copa a la chica.
- Por nosotros y por esta maravillosa tarde.
Antes de que la chica soltara la copa, Juan se abalanzó sobre ella y la besó. La chica se dejó llevar. Juan le quitó la ropa con energía, la cogió de la cintura, la empujó contra el sofá, se bajó la cremallera del pantalón y la penetró de forma salvaje. La chica poco a poco se fue sintiendo incómoda, cada vez que le penetraba, lo hacía con más fuerte:
- ¡Antuan para por favor, me estás haciendo daño! –la chica intentaba desprenderse de Juan, pero era demasiado fuerte.
- Calla y disfruta, puta.
- Déjame, no me gusta, para por favor –ella seguía luchando por soltarse, pero Juan le cogía las manos fuertemente.
La chica desistió y se quedó allí tumbada, las lágrimas recorrían sus ojos y en su mente solo había una cosa, el deseo de que terminara ya para poderse ir a casa. Cuando Juan se corrió se levantó del sofá, la miró de forma despectiva y le dijo:
- Venga ya Jess, no llores, si te ha gustado, solo me he emocionado un poco. Soy de sangre caliente, ya sabes –Juan quitaba importancia a lo ocurrido.
- Te dije que pararas porque me hacías daño y no me escuchaste –dijo la chica vistiéndose y secándose las lágrimas de sus suaves mejillas.
- Bueno lo siento, no te pongas así, la próxima vez seré más suave –Juan le acarició el pelo a la chica.
- No va a haber próxima vez, quita, me voy a casa –la chica quitó la mano de Juan de su cabeza.
- Espera, te voy a enseñar una cosa – Juan se acercó al fondo de la habitación y cogió un peluche, sacó un aparato de detrás de éste.
- ¿Qué es eso? –preguntó Jess preocupada.
- Es una cámara, todo lo que ha pasado aquí está grabado, si por un caso se te ocurre decir que te he forzado o cualquier mentira similar, esta grabación va directa a internet, a ver que gracia le va a hacer a tus papis que te vayas con el primer tío que pillas a follar.
- Tranquilo que no diré nada, solo quiero irme a casa y olvidar todo esto –la chica salió de la habitación con lágrimas en los ojos.
- Adiós Jess, cuídate mucho preciosa- Juan sonreía mientras se cerraba la puerta.
La chica salió dando un portazo. Juan cogió su maletín, dentro había una pequeña libreta y un pc. Abrió la libreta por la última página escrita y empezó a escribir:
Chica número 35, Jess 20 años, rubia y delgada universitaria.
Cerró la libreta y pasó la grabación al pc, creó una nueva carpeta, la número 35 y metió la grabación allí. Quiso volver a verla mientras se masturbaba. Y este era un día normal en la vida de Juan.
Le gustaba ver a las chicas cara a cara, no por internet. Se ganaba su confianza, se inventaba una vida y un nombre falso, alquilaba una habitación de hotel, las usaba a su gusto y antojo, algunas cedían antes, a otras había que empujarlas un poco, después las amenazaba con subir a internet la grabación y ya está, no fallaba, se acojonaban y no soltaban prenda. Pero a veces las cosas no salen del todo bien.
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Un mes más tarde, David se encontraba en Cádiz, ciudad llamada "la tacita de plata", famosa en Andalucía por sus carnavales en el Gran Teatro Falla. Al ser verano, había muchos médicos de vacaciones y debía hacer bastantes guardias nocturnas. A él le gustaba mucho la noche y como no era de dormir mucho, no le importaba estar trabajando. Aquel día su compañera de guardia era una chica bastante amable, Lidia.
Lidia era psicóloga y era la primera vez que trabajaba en un hospital. Aunque David no era muy hablador, habían creado cierta amistad en poco tiempo.
El timbre no tardó en sonar, eran dos chicas. Una era alta y morena, la segunda un poco más bajita, rubia. El celador le tomó nota y pasaron a la sala de urgencias. Lidia le dijo a David que le acompañara con las chicas. Los cuatro se sentaron y Lidia empezó a preguntar:
- ¿Tú nombre es Jess? –preguntó Lidia.
- Sí –dijo la chica tímidamente.
- A ver Jess, cuéntame que te pasa.
La chica se puso roja y no sabía que decir. Su amiga habló:
- Doctora tiene un retraso, estuvo con un tío una tarde y ahora puede que esté embarazada –miró a Jess y ésta bajó la cara.
- ¿Cuándo fue tu última regla?
- Hace más de un mes –contestó Jess mirando hacia abajo y mordiéndose las uñas.
Lidia se levantó y llamó a David fuera de la sala de urgencias:
-David creo que aquí pasa algo raro, la chica está muy nerviosa, quiero hablar con ella a solas, luego te comento.
-Está bien, me llevaré fuera a la amiga –David entró, llamó a la chica y salieron fuera los dos.
Media hora después, salieron Lidia y Jess de la sala. La amiga de Jess se había tenido que ir, ya que la llamaron sus padres. Lidia le dijo a David que la acompañara a su casa en coche, ya que se había hecho tarde. Llegando a la casa de la chica, pasaron por la puerta del local, donde Jess había conocido a "Antuan".
- ¡Ese es el local!, dígaselo a la doctora, no recordaba el nombre –dijo Jess señalando por la ventana del coche.
- Está bien yo se lo diré.
David llegó al hospital y estuvo hablando con Lidia:
- David esa chica ha sido violada, le he dicho que denuncie al tío que le hizo eso, pero no quiere, prefiere pasar página –comentó Lidia preocupada.
- Me ha dicho algo de un local.
- Sí, donde le conoció. Dice que el tipo estaba allí comiendo.
- ¿Cómo es el tipo?, lo digo por si viene alguna chica más con esa descripción o algo.
- Dice que es alto, canoso, de unos cuarenta años, tenía un maletín negro y vestía de traje y corbata. Me ha comentado que tenía además un olor característico.
- Ok, estaremos atentos.
Al día siguiente David fue a comer al local y estuvo esperando hasta que le vio, supo perfectamente que era él. Estaba solo con su maletín negro, comiendo en la mesa de la esquina y observando por la ventana. Terminó de comer y siguió allí observando, de repente se levantó con prisa, pagó la comida y corrió fuera. David hizo lo mismo y le siguió. Estaba hablando con una chica joven y ayudándole a recoger unos libros del suelo.
David pensó que debía hacer algo para que no fuera su siguiente víctima pero quería asegurarse antes. Entraron los dos en el local y pidieron un par de helados que pagó él, salieron y fueron paseando hasta el parque. Tras un rato de paseo, el tipo cogió a la chica por la cintura de forma cariñosa y fueron a un hotel cercano. Pidieron una habitación y subieron. David pidió una habitación justo al lado, si se pegaba a la pared podía escucharles hablar. De repente, se quedaron en silencio y justo después, escuchó un fuerte ruido. David salió al pasillo, corrió hasta que vio la alarma de incendios, rompió el cristal y pulsó. Cuando la alarma sonó no tardaron en salir corriendo todos los huéspedes de la planta, incluyendo a la chica que iba semidesnuda y al tipo del traje que iba subiéndose la cremallera. David aprovechó para averiguar el nombre del tipo del traje, en el libro de registro del hotel no podía mentir con su identidad.
El dueño del hotel estuvo revisando y observó que todo había sido una falsa alarma. Así que cada cliente volvió a su habitación, la chica ya se había ido aprovechando la muchedumbre. David le dio un sobre rojo a la recepcionista, alegando que se le cayó a un hombre de traje con maletín negro y se fue.
"Mierda, mierda y mierda", Juan no dejaba de repetirse esa palabra, quien cojones le había jodido el polvo, mejor será que vaya a buscar a otra antes de que se haga de noche, que entonces me cuesta más. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, la recepcionista le entregó un extraño sobre rojo. Lo abrió con curiosidad:
Estimado Sr. D. Juan Gómez, tengo el gusto de invitarle al evento más esperado del año. Le informo de que usted es una de las siete personas elegidas para asistir a este innovador proyecto. Durante ese fin de semana, estará rodeado de chicas jóvenes y guapas, también habrá toda clase de bebida, comida... Tendrá una habitación doble solamente para usted. Su asistencia es totalmente obligatoria. Ver dirección, día y hora al dorso.
Juan guardó el sobre en el bolsillo con una sonrisa en la cara y salió fuera del hotel.

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