
Un mes antes
IGOR
David era consciente de que necesitaba alguien que le
ayudara a retirar los “posibles” cuerpos de la cabaña, dejarlos como y donde él
dijera. No podía ser cualquier persona, ya que sería cómplice de un delito
grave. Cuando conoció a Igor lo tuvo claro.
Igor tenía unos 40 años, era fuerte y grande, había
trabajado en la Armada Española durante 10 años y lo tuvo que dejar por una
lesión de menisco en la rodilla. Su padre era búlgaro y su madre gaditana, así
que tenía una mezcla algo singular. Desde que se retiró del ejército a Igor le
faltaba acción y tenía un don para detectar gente mala.
El tiempo que David pasó en Cádiz vigilando a Juan le sirvió
también para conocer a Igor.
Un día en el hospital Igor se presentó bastante cabreado,
tenía una herida bastante prominente en la cabeza, las enfermeras no podían
sujetarle, se zafaba de todo aquel que se acercaba, cuando un médico llamó a
seguridad, David se acercó a Igor por la espalda y le pinchó un tranquilizante
en el cuello, Igor se desplomó inmediatamente en el suelo balbuceando algo sin
sentido.
Al despertarse de su letargo, quiso saber quién le había
pinchado por la espalda y David se acercó a su habitación:
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