lunes, 3 de junio de 2019

CAPÍTULO 11



UNA CÓMPLICE INESPERADA
Durante la primera noche, algunos de los elegidos estaban bastante nerviosos, sobre todo Marco, que no dejaba de intentar salir de la casa sin ningún resultado.
Todos estuvieron comprobando sus teléfonos móviles y se dieron cuenta de que allí estaban totalmente incomunicados. Así que después de ver las habitaciones, a las cuales tenían acceso, decidieron quedarse en el salón comiendo un poco y viendo la tele.
Elena que era la más joven del grupo estaba bastante asustada, se sentó en un sofá y empezó a llorar. Esther se acercó a hablar con ella.
-          No te preocupes que todo va a salir bien –dijo Esther.
-          No, no, no yo no debería estar aquí, nada me sale bien, soy una desgraciada en la vida-sollozó Elena.
-          En los carteles pone que tu pecado es la envidia, todas sentimos envidia alguna vez en la vida, no es un pecado grave, seguro que lo superas y sales de aquí- dijo Esther consolando a la chica y abrazándola.
David presenció la escena desde su sótano oculto y entendió que Esther era la más valiosa de entre los elegidos y quiso hablar con ella para proponerle algo.
Cuando todos/as estaban en silencio se escuchó el megáfono diciendo:
“Señorita Esther suba a la segunda planta para escuchar su prueba, es importante que suba sola y siga las instrucciones”
Esther subió las escaleras que llevaban a la segunda planta, estaba un poco nerviosa, no sabía si vería allí a David, tenía tantas preguntas que hacerle.
En la segunda planta había varias habitaciones, pero todas las puertas estaban cerradas con llave, no parecía que nadie estuviera allí, todo era oscuro y olía bastante a cerrado. Cuando se disponía a bajar las escaleras, una de las puertas se abrió lentamente, haciendo un ruido un tanto lúgubre. Esther se acercó a la habitación y se sentó en una mesa donde había un ordenador portátil con unos cascos. La puerta se cerró de golpe. Nada más había en esa habitación, solo una mesa antigua de madera de roble, un ordenador bastante moderno y una silla también antigua. Ella se puso los cascos y le dio a Enter en el pc, allí estaba David, era una video llamada. Los ojos de Esther empezaron a brillar al verle, y su corazón empezó a latir más deprisa. David tenía buen aspecto y empezó a hablar bastante emocionado.
-          ¡Hola Esther!, te agradezco enormemente que hayas venido.
-          ¡Hola David!, ¿dónde estás?, ¿qué es todo esto? ¿qué quieres de mí y de los demás?
-          Esther las personas que te rodean no son lo que parecen a simple vista, son malas, algunos han hecho cosas horribles, estás conviviendo con un líder de bandas, con un violador, con una rica soberbia, con un ladrón avaricioso,…
-          ¿Y qué pinto yo en todo esto?
-          Recuerdas cuando te conocí, pasabas de todo, te daba igual estudiar, vivir, tu pecado es la pereza, y tu prueba será ayudarme. Los dos juntos podemos hacer que esta gente cambie, podemos hacer del mundo un lugar mejor.
-          No entiendo cómo puedo ayudarte a eso.
-          Cada uno de ellos tiene que pasar una prueba, si la pasan podrán irse a su casa, a vivir su vida, siendo mejores personas.
-          ¿Y si no la pasan? ¿qué pasaría con ellos/as?
-          No deben seguir viviendo, seguirán haciendo daño por donde vayan, haremos una pequeña limpieza.
-          ¿Quieres que les mate David?, ¿mi prueba es pasar de perezosa a asesina?-creo que se te ha ido un poco de las manos.
-          Tengo seis frascos de arsénico preparados, pueden ser bebidos o ingeridos con comida, ese veneno es totalmente inodoro, incoloro e insípido. Sus síntomas son como una intoxicación alimentaria. Y no te equivoques, Esther, ellos/as pueden pasar la prueba tienen una última oportunidad de cambiar, sino lo hacen se matan ellos mismos.
-          David, has dicho seis frascos, somos siete elegidos, me estás contando todo esto, algo no me cuadra.
-          Sabía perfectamente que tú superarías la prueba y seguirías viviendo, nos quedan muchas cosas que hacer juntos. ¿Qué me dices?
-          Que todo parece una locura, pero que cuentes conmigo.
Y así Esther se conviertió en la cómplice y ayudante de su amado David.

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